Joan Parera: "Todo lo que no se mueve muere"
Practica un método terapéutico –una disciplina médica en EEUU– que trata de reconducir el movimiento erróneo y doloroso de los órganos. Lo enseña en la Universitat Ramon Llull
–¿La terapia que usted practica la ofrece la sanidad pública?
–No. Llenamos un enorme agujero que no atiende la sanidad pública. La osteopatía no tiene nada que ver con la traumatología, la reumatología o la ortopedia, aunque, como nuestro nombre se asocia a la palabra hueso, un 90% de quienes vienen a vernos por primera vez sufren dolores de espalda o de cabeza. Tratamos las disfunciones de todo el cuerpo: vísceras, cráneo o esqueleto.
–¿Disfunciones?
–Sí, disfunciones, no patologías. Atendemos cualquier órgano del cuerpo que, sin tener ninguna enfermedad concreta, no cumple bien su función y causa un malestar, o un dolor, que la medicina convencional define como crónico y no resuelve. La osteopatía es la medicina del movimiento, una definición muy simple pero fácil de entender: hacemos que todo se mueva.
–¿Hay órganos que no se mueven?
–Sí, y todo lo que no se mueve acaba teniendo problemas, muere, porque el movimiento es vida. Un tejido que está inmóvil se empobrece y, a la larga, crea una enfermedad. Nosotros intentamos que el cuerpo movilice sus funciones: ya sean las membranas del interior del cráneo, la columna vertebral o el intestino.
–¿Qué problemas tratan?
–Atendemos a muchas personas con cefaleas, dolores cervicales, ciáticas, reflujo gastrointestinal, diarreas o lumbalgias. Esas son las consultas iniciales, pero como todo el organismo está interrelacionado, lo abarcamos por completo. El sistema neurológico lo enlaza todo. Un dolor en un hueso nos puede llevar a la víscera que causó la disfunción inicial.
–¿Por ejemplo?
–Un estreñimiento. Un intestino que funciona poco, que apenas se mueve, provoca estreñimiento. Como existe un punto neurológico co- mún entre el intestino y la columna vertebral, busco si existe un bloqueo que inmovilice alguna vértebra en la zona que corresponde al intestino. Ese bloqueo no siempre duele. O puede ocurrir al revés: el motivo de consulta es una dolorosa lumbalgia que surge de un intestino inmovilizado, con estreñimiento.
–Eso parece muy complicado.
–Es muy complejo. Se trata de disfunciones que pueden ser muy antiguas. Estudiamos la anatomía y la función de los órganos e interrelacionamos esos dos campos.
–¿De qué forma?
–Todo lo hacemos con las manos. Hay osteópatas en ejercicio que son ciegos. No usamos ningún aparato, pero llegamos a puntos a los que la cirugía y los fármacos no llegan. Por ejemplo, cogemos un riñón que duele porque la persona ha dado un salto brutal y se le ha desplazado, y lo llevamos a un punto donde se relaja, vuelve a su sitio y reinicia su función. Si se trata de una vértebra que no puede girar, hacemos una rápida maniobra de recolocación: el cuerpo no tiene tiempo de sentir dolor.
–Y crujen los huesos.
–Sí. Y algo parecido hacemos con las embarazadas que sufren ciática o lumbalgia. En realidad, tienen una pelvis que no se mueve, con una articulación muy restringida. Si ese movimiento no se recupera, si el bloqueo persiste en el momento del nacimiento, el parto puede ser un desastre porque el sacro no se abrirá.
–Oficialmente, ¿qué es la osteopatía en España?
–Nada. No existe. Yo me presento como osteópata, pero no existo como tal, ni fiscalmente. Mi titulación es la de fisioterapeuta. Otros son médicos, y están los que la practican bajo el epígrafe fiscal de otras profesiones. En EEUU, la osteopatía es una disciplina médica universitaria. En Gran Bretaña es una profesión sanitaria desde hace un siglo. A España llegó en los 90, pero no está reconocida. Se estudia en un posgrado universitario. Yo confío en que llegue a ser una carrera independiente.
–¿Los médicos recelan de ustedes?
–Hay de todo. No siempre. Algunos nos envían pacientes porque entienden que somos otro camino.
–¿La osteopatía es curativa?
–Nosotros no curamos: situamos al cuerpo en una posición en la que pueda curarse por sí solo. Es curativa en el sentido de que mejora el funcionamiento de algo que estaba alterado. Lo recolocamos para que reinicie su función sana. Ahí es donde los médicos no nos entienden.
–Esas disfunciones de las que habla son muchos de los motivos por los que la gente va al médico.
–Sí, y como no se los solucionan, recurren a otras medicinas no oficiales. Un ejemplo de esto son las personas que sufren un latigazo cervical –torsión en la nuca causada por un frenazo en el coche–, que llevan un collarín cervical inmovilizador durante meses. Vienen cansadas de tomar antiinflamatorios y sentir dolor. Lo primero que hacemos es quitarles el collarín y restablecer la movilidad de las cervicales. Con dos sesiones, esa persona está como nueva. El collarín desmonta totalmente el sistema cervical. Es una atrocidad.
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