Hay un cuento argentino que relata la historia de cuatro derviches, cada cual provisto de un objeto mágico, que deciden unirse para ayudar mejor a la humanidad.
Uno de ellos tiene un bastón.
Otro una capucha.
Otro un espejo.
Otro un tazón.
Actuando unidos, logran salvar al enfermo.
El rey ordena secuestrar a uno de ellos para que cure a la princesa. Sus guardias capturan al derviche portador del tazón, quien hace todo lo posible por salvarla. Es inútil. El derviche no puede hacer nada por carecer de la ayuda de sus compañeros y la princesa muere. Lamentablemente, como suele suceder en estos cuentos, el derviche es castigado por el rey con la muerte.
El rey no sabía que sólo unidos pueden, los cuatro derviches, curar; cada uno provisto de su objeto mágico. Así había sucedido la primera vez:
El bastón proporcionó apoyo al enfermo en aquellos momentos de sufrimiento.
La capucha, protección: un espacio y un tiempo en que el enfermo se pudo sentir a salvo.
El espejo le permitió mirarse para dentro para descubrirse y conocerse a sí mismo, para escuchar todo aquello que su enfermedad se había empeñado en comunicarle.
El tazón le brindó el alimento necesario para emprender tal empeño y recobrar sus fuerzas.
El enfermo pudo curarse gracias a que pudo mirarse en el espejo, conocerse y reconocerse, protegido como estaba -gracias a la capucha- de tantos y tantos miedos que antes le habían impedido hacerlo. En el bastón encontró el apoyo y la orientación necesaria para comprender todo aquello que vio reflejado. Gracias al alimento y al amor recibido mediante el tazón, encontró las fuerzas para comenzar aquella tarea que ya duraría toda la vida. Aquel tazón rebosante de cariño le ayudó aceptarse tal como se vio en el espejo. A aceptarse, como dijo Peris, no con resignación sino como un regalo.
Un terapeuta deber ser bastón y ofrecer apoyo, pero no únicamente. Provisto sólo de bastón, sólo conseguirá reforzará la dependencia exterior del paciente.
Un terapeuta debe ser capucha y ofrecer protección, pero no únicamente. Sólo con protección sólo reforzará el sentimiento de desvalidez del paciente.
Un terapeuta es un espejo donde el paciente se mire, se conozca y reconozca. Pero si sólo es espejo, el paciente se asustará y huirá.
Un terapeuta debe ser tazón y cariño, alimento para el alma y el ser interior; pero no únicamente. De ser solamente esto, reforzará la creencia del paciente de que el amor y el cariño sólo de fuera pueden venir.
El terapeuta, como hacen los cuatro derviches del cuento, combina los cuatro elementos en su justa medida...
- Como hace el Maestro.
Como la cocinera combina los ingredientes y los tiempos en el puchero.
Como el albañil elabora el cemento a partir de la arena.
Como la hechicera macera las hierbas en el cuenco.
Como el poeta encuentra las palabras...
a medio camino entre la cabeza y el corazón.
7 de octubre de 2002
______________________________________________
Fuente: Instituto de Psicoterapia Gestalt
No hay comentarios:
Publicar un comentario